La semana pasada el diario digital inglés BBC publicaba un artículo titulado Fake forum comments are ‘eroding’ trust in the web (Los comentarios falsos en los foros están ‘erosionando’ la confianza en la web), como subtitulo encontrábamos: «La confianza en la información de la web está siendo dañada por el gran número de personas pagadas por las compañías para publicar comentarios online, dicen los investigadores.»
La práctica de inundar foros y comunidades online con comentarios falsos, es hoy en día una práctica muy común en China, aunque poco a poco se está extendiendo a otras regiones. Los usuarios, acostumbrados a encontrarse este tipo de información por parte de personas que han sido pagadas por las empresas, adoptan una postura de recelo y desconfianza que trasladan a toda la web. Asimismo, los investigadores dicen que el problema se da también en las redes sociales, y que, por ejemplo, muchas páginas de Facebook están plagadas por bots que se utilizan para establecer debates.
La información falsa en Internet por parte de empresas no es una novedad, a todos nos sonará algún caso de un video viral o una información que ha recorrido la web y que ha terminado por destaparse como una estrategia de márketing. El problema viene, ya no solamente cuando el usuario no es capaz de detectarlo, sino cuando el periodista no lleva a cabo su labor de verificación y se hace eco de estas informaciones, a veces sin saber que detrás hay una campaña publicitaria, otras veces sabiéndolo y participando de ella.
Aunque el debate sobre hasta qué punto es ético originar una campaña publicitaria mediante una identidad falsa es totalmente legítimo, los límites en el entorno digital parecen extenderse, precisamente por el factor anónimo de la web. Si por ejemplo poseyéramos una empresa de electrodomésticos y nos dirigiéramos a un foro o una comunidad de esta temática a comentar las ventajas de nuestra empresa, no estaríamos cometiendo ningún tipo de delito, del mismo modo tampoco sería ilegal promocionar cualquier otra empresa desde un nombre de usuario anónimo o no-identificable, aunque lo estuviéramos haciendo de un modo «subliminal».
Y precisamente es este mismo factor anónimo el que dificulta al periodista la tarea de identificar estas estrategias, y no anónimo desde la concepción de «persona sin nombre», pues muchas veces estas campañas se llevan a cabo tras un nombre e incluso una cara, pero pocos suelen ser los datos que permiten identificar al usuario. El problema no estaría tanto en quién es ese usuario, sino en los entornos en los que se propaga este tipo de publicidad.
El periodista amateur puede agravar este problema, pues acostumbrado a encontrar la información en la web y con menos recursos a la hora de contrastar y verificar, puede ser víctima de un engaño de este tipo y hacerse eco de él en su blog o en los foros en los que participa.
Lo que nos interesa poner de relieve no es la efectividad de este tipo de campañas basadas en el márketing viral, pues la publicidad no es nuestro objeto, lo que nos interesa es cómo el periodismo puede a veces contribuir a ello, sobre todo cuando no lleva a cabo correctamente su labor y da por verdadera determinada información que realmente no lo es. Y en particular, la web es más susceptible de viralizar sin saberlo este tipo de contenidos porque los usuarios cada vez se lanzan más a la creación y edición de contenidos.